Dando el Pecho a la Tormenta
Dando el pecho a la tormenta,
con coraje y decisión,
la vida pone a razón
la fuerza que nos sustenta.
El viento ruge y lamenta,
pero el alma persevera,
en cada lucha sincera
hay un faro de esperanza,
que en la bruma nos alcanza
y nos guía hacia otra era.
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Las olas golpean fuerte,
contra el casco de mi vida,
pero sigo, sin salida,
buscando mi propia suerte.
En cada paso, la muerte
acecha con su mirada,
pero mi alma, obstinada,
se niega a retroceder,
pues sabe que ha de vencer
la tempestad desatada.
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Cada rayo que ilumina
la oscuridad del camino,
es un signo divino
que mi espíritu examina.
La tormenta se avecina,
mas en mi corazón arde
una llama que no tarde
en mostrarme la verdad,
que en la lucha, la bondad
nunca se rinde ni abate.
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Cuando el trueno se desgarra
y el cielo ruge su canto,
me mantengo en pie, sin tanto
temor, aunque me desgarra.
La tormenta nunca amarra
mi voluntad de seguir,
pues sé que he de vivir
para ver la luz del día,
y en cada lucha, la guía
de mi alma ha de surgir.
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Ya se disipa la bruma,
la tormenta se retira,
y aunque el cuerpo se mira
marcado, no hay más espuma.
De mi mente se consuma
la paz que siempre anhelé,
y al final, en pie quedé,
firme como un roble fuerte,
ante el embate de suerte,
la esperanza encontré.
