Vivir quiero conmigo, en calma plena,
lejos del ruido vano y sin consuelo,
sin ansia que perturbe ni enajene,
libre de sombras que aten el anhelo.
Que el mundo siga su errante camino,
con su murmullo incierto y pasajero,
yo busco en la quietud un hondo sino,
donde el alma descanse en su sendero.
No quiero más el vértigo del día,
ni el fuego que consume sin mesura,
prefiero la virtud de la armonía,
la paz que en el sosiego se asegura.
Y si el destino en su insondable juego
quisiera concederme tal fortuna,
habré de hallar en lo sencillo el cielo,
en la verdad del alma, su fortuna.