Amor, divino raptor,
que en el más alto trono asiento tienes,
júntese todo el rigor
de los dioses, que a ti solo conviene
la gloria de este día,
pues tu fuerza y poder todo lo guía.
Tus armas invictas son,
tu carro, el sol, la luna y las estrellas;
tus caballos, la razón
y la voluntad ciega, que atropellas
con tu furia y desmayo,
siendo Júpiter solo tu lacayo.
Huye de ti Marte airado,
Apolo tiembla, Neptuno te obedece;
Plutón, de pavor turbado,
esconde el rígido ceño y desvanece
su potencia y su braveza,
rindiendo a tu real gentileza.
Todos los dioses, Señor,
a tu triunfo y tu gloria se sujetan;
sólo Mercurio, el traidor,
esquiva el pecho y tu poder respeta,
porque es hijo de la esfera
donde tu trono y majestad impera.
Amor, amor soberano,
tiraniza del mundo las deidades,
rindiendo con fuerte mano
sus cetros, coronas y autoridades,
siendo sólo su bandera
la que tu ley y gusto da por era.