Con el ojo del canario,
con el brote del pistilo,
con la cruz y con la espada,
con la hostia, con el vino,
con la luz y la inocencia,
con lo que huele en el tilo,
con esta noche indeleble
y este dolor en que escribo,
con la punta del misterio
y el golpe que me ha molido,
con sangre, con esperanza,
con pena de no estar vivo;
en fin, con toda la tierra
donde también me he podrido:
por favor, tóqueme siempre,
tóqueme usted, muerto mío.