Como agua pequeñita, como aurora
resplandeciendo así sobre la cara,
como un signo de Dios que se secara
para borrar su marca ya incolora;
como un cristal alegre que demora
sobre mi piel su transparencia rara,
como un hilo de mar que me tocara
o un rocío sin fin en cada hora.
Como espejo que siempre me mirara,
como una estrella diluida y clara,
como gota de lluvia no sonora,
como un brillante pálido que amara
este dolor que tapo con la cara
se me cae una lágrima que llora.