Bernardo López García

¡Stabat mater!

I

     ¡Pobre Madre! está llorando
  al pie del santo madero;
  el pueblo murmura fiero,
  por la montaña girando,
     y la luz muere en la sombra;
  y el nublado se agiganta,
  y la creación llora y canta
  con voz que aturde y asombra.
     ¡Pobre Madre!... ante los sones
  de sus dolientes afanes,
  alzan truenos y volcanes
  sus más terribles canciones.
     Y el ángel llora... y se arredra,
  rugen los mares inquietos,
  y se alzan los esqueletos
  sobre sus tumbas de piedra.
     Porque es tan hondo el pesar
  de la Madre del amor, [12]
  que llora el mismo dolor
  al contemplarla llorar!
 

II

     Ella vio al hijo nacer
  su esperanza realizando;
  ella le durmió cantando
  las endechas del placer,
     ella, con ansia divina
  dejó sus plácidos lares;
  cruzó de Judá los mares,
  las cumbres de Palestina;
     y siempre del Hijo en pos
  le siguió amante y serena,
  ¡como sigue el alma buena
  la sombra santa de Dios!...
     Hoy... pobre Madre... lo mira
  sobre el Gólgota sangriento,
  suspiros lanzando al viento
  que en torno del árbol gira.
     Lo mira triste, llorando
  por el pueblo su asesino;
  oye su acento divino
  ¡perdón!... ¡perdón!... murmurando.
     Ve sus sienes desgarradas
  por las espinas crueles;
  ve marcados los cordeles
  en sus manos venerandas:
     y si oye de su ansia en pos,
  del pueblo el acento fijo,
  ve... ¡que le matan al Hijo
  por el crimen de ser Dios!...
 

III

     Pura... mística azucena
  del desierto de la vida;
  lámpara siempre encendida
  para templar nuestra pena:
     ¡celeste y eterno lirio
  por los ángeles cuidado;
  puro clavel perfumado
  con la esencia del martirio!...
     Yo vengo, Madre, a besar
  las estrellas de tu manto:
  vengo a regar con mi llanto
  los mármoles del altar:
     yo padezco a tu dolor;
  lloro al mirar tu agonía;
  yo tengo por ti, María,
  rico manantial de amor.
 
.........................
 
     Del relámpago a la luz
  que la tormenta anunciaba,
  yo vi a Dios que vacilaba
  bajo el peso de la cruz.
     Lo vi triste ante el desdén
  del pueblo vil y asesino;
  lo vi con llanto divino
  llorar por Jerusalén.
     Vi su cabeza sangrienta
  tocar en la dura roca;
  vi un insulto en cada boca,
  y en cada grupo una afrenta.
     Y al verte a su lado ir
  dije con llanto de amor:
  ¡pobre Madre del dolor,
  cuánto deberá sufrir...!
 

IV

     Pueblo... con llanto profundo
  ve a contemplar su agonía;
  hoy es la fecha, es el día
  de la redención del mundo.
     Do quiera se oye el concierto
  de la más honda tristeza;
  hasta la naturaleza
  parece que toca a muerto.
     El templo, todo es dolor;
  negra el ara, poca luz;
  sobre el sacro altar, la Cruz
  sosteniendo al Redentor.
     Al pie de la Cruz, María...
  cerca, el sacerdote implora;
  allá en las tinieblas, llora
  el órgano una armonía.
     De las campanas el son
  no se mezcla en el lamento,
  por no turbar en el viento
  los ecos de la oración;
     y la luz que ante el altar,
  mal a la sombra resiste,
  está tan triste... tan triste,
  que no se atreve a alumbrar...!
     Todo es llanto, y es dolor;
  mujeres, niños, ancianos,
  venid, venid de las manos
  a llorar al Redentor...!
     Venid ante el que se inmola
  por calmar vuestra alegría;
  venid a ver a María
  que está sollozando, y sola...!
     Llegad de vuestros hogares
  con ofrenda a sus dolores;
  dejad los campos sin flores
  para adornar sus altares,
     y no deis al corazón
  hoy consuelo a su quebranto,
  porque será vuestro llanto
  la segunda Redención...!
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