Recuerdo un viejo verso: la que cose
a la luz de la lámpara serena.
Cuando yo lo escribía era más buena
la vida, humilde y buena... ¡Que repose
en su inútil bondad como una muerta!
Vuelvo a ver aquel ser y el claro tul
ondulado en la mano dél cubierta
y la luz suave cual de estrella azul.
Hoy estoy solo, solo, y estoy lejos
de todo lo que amé. Nacen mis frases
y se mueren en mí: soy mi ataúd.
Nadie alza los ojos de reflejos
vívidos y fugaces,
cuando mis labios lentos dicen: tú...