Motivos de aflicción me han puesto cerco
y a pesar de su rígida porfía,
no es razón de tenerlo a insulto terco,
sino cual preferencia y cortesía.
Al cabo esa su enérgica enseñanza
me da tan abundante disciplina,
que ni me hastía el bien ni el mal me cansa
si asunto de aprender de ambos declina.
La edad de más afán me yace muerta:
lo que sufrí, pasó; mas me avigora
fuerza mayor y comprensión más cierta.
Aún el largo dolor de haber amado
de tanto me sirvió que estoy ahora
para amar nuevamente preparado.