Oscurece en la penumbra del faro
mientras la brisa levanta la invisible oscuridad.
Un disparo interrumpe el cándido cantar de la bruma,
que anunciaba la crónica partida del preclaro agresor:
una luz, una sirena, el silencio y el olvido,
y transcurrió la noche...
Poco a poco asómose la luz sobre los tejados aún dormidos,
La helada niebla continuaba difuminando la escena del delito
Y la sangre ya no corría ardiente.
Amaneció azul, y su figura permaneció plasmada en el pavimento,
Aún hasta el cantar de la primera paloma...
Se podía oler el temor en la mirada
de los que poco a poco se avecinaban
alarmados por un grito que perforó el cielo.
La conmoción impedía que el colectivo recuperara su conciencia
para asimilar lo que sucedía–
Siluetas y sombras bailando en el callejón
iluminadas por palpitantes luces en azul y rojo–
hasta qué una pregunta helada
absorbió a todos de nuevo a la cruda realidad:
Quién es ese quién al recibir el frío metal
se desvaneció dejando su rostro besar el polvo?