Tengo las antenas prendidas;
unas cuantas certezas firmes, estructurales, que prometen frutos;
también algunas incertidumbres
—¡bienvenidas!
que están para navegarse–
Dichosa:
con mis receptores,
con el funcionamiento de mi cuerpo, sabio,
y con la magia del Paraná:
Abro y cierro ciclos de manera consciente
los percibo puntual
y globalmente.
Aprendí a amigarme de forma ritualezca con lo designado e inevitable.
Si retrocedo un poco mi historia
está intuitivamente firmado
que busco, casi de manera animal, desembocar en cauces templados,
en aquellos donde imperan el amor,
la complicidad,
la lealtad.
Rinconcitos de barro puedo moldear,
para cada historia y cada quien que quiera habitar.
Voy despacito.
Las manos están frescas.
Mi templo sabe
bienvenir,
y despedir.