Te pregunté a dónde van tus piernas cuando dormís
porque ayer me dijiste que estaban cansadas
“no me acuerdo qué soñé”
me dijiste.
Los pájaros están cantando tan cerca
que pareciera que de su pico puedo
desenrollar un hilito largo
finito
y sin tiempo.
Lo hago jugar por mis dedos,
es tan esencial que pareciera no tocarme la piel
y gracias al viento
se enreda en mi mano con ilusión de seda.
su forma varía,
claro,
por quien lo hilvana:
si quien canta es un jilguero
este baila por el aire haciendo un zigzag
elegante, armónico y veloz.
Si fuera un zorzal, en cambio,
el hilo será tan enroscado
rústico y torpe
que tendrá una naturaleza casi de espiral.
Lo acerqué a la templanza con la que dormís al lado mío
y se escurrió como un bollito en uno de tus lagrimales.
Puedo ver allí cómo descansa –en remanso–
el canto de los tordos.
Y como tus sueños
Y como las hojas secas
Y como lo que honramos y quemamos
Hoy dejé partir
Todo lo que ya no tiene pulso.