Vine a decirte adiós, piedra desnuda.
Te quedas sola en medio de la noche.
Muchas veces en ti recliné mi cabeza
y tuve el sueño de Jacob. Ahora,
al continuar el viaje, no me llevo
sino la huella roja de tu arruga
en la mejilla. Soy agradecido.
Las suaves almohadas no me han dado
sino plácidos sueños, enervantes
apreciaciones de la vida. Hacía
falta a mi voluntad tu agria dureza.
Tal vez eres la misma que a Jacob
le dio el bíblico sueño, y en tu entraña,
como un raro metal, duerme el augurio.
Te quedas sola en medio de la noche…
Vengo a decirte adiós, piedra desnuda…!