Los relojes reclaman el césped de la mañana ebrio de rocío, sí; pero con aroma a estiércol en las entrañas.
Una está vacía. Es de las personas que no se quedaron. Esas que detuvieron su mirada solo en mis errores. No supieron ver a mis fragmentos rotos como las estrellas de mi cielo. Son cri...
Después de la victoria presiento que a lo lejos alguien construye una jaula y un ave con las horas que se marchan.
Allí donde nuestros pies No tocan el suelo Donde nuestras manos Alcanzan las nubes Los deseos transpiran
Hay una inmensa nostalgia en Lisboa. La ciudad del fado es como una amante que te incita a descubrir sus secretos prohibidos, a entender el lenguaje que se desprende del fuego, de la b...
Tus manos palpan las raíces de mi… y así acarician mi corazón, susurras melodías astrales en mi o… y el amor se hace plenitud. Las ramas de mi silueta vibran
Caminando entre la niebla Divisé un gran tesoro Un ángel en edad de oro Sumido por la tiniebla Oscuridad de pobreza
Tu mirada era una llama septentrio… alzándose en el esplendor de la no… siempre con la temida oscuridad de aquella tristeza, de saber que hay piezas que se dispersan
Mi muro agrietado por tu manía de… Poemas desdoblados crecen en mis m… Hasta llegar a la inquietud de mis… Bebe todas mis palabras con el cál… Desnuda ante ti tiemblo cual hoja…
Donde reina el sonido del silencio desconecto mi voz interior el aire es quietud que fluye por el túnel naciente entre mis pulmones y mi corazón
El cuerpo erguido en la tierra sintoniza voces contenidas en las fibras del espíritu y asciende hasta el núcleo de la creación universal.
El insomnio incita y el tapiz de las formas se filtra sin pausa. Las palabras, carbones en el día,
Aún hoy vives en el café y en las sábanas, en este eterno reloj del deseo que me despierta en las mañanas.
Que cada cual sobreviva como mejor sepa, cuando en las noches las estrellas y la piel no se entrelacen las manos,
Mis manos palpan El corazón del barro Lotos florecen