Por eso siempre seremos,
porque el tiempo se empeña en pasar,
pero no logra borrar
las huellas que dejamos
en los pliegues del alma.
Ni yo quise olvidarte,
aunque quise arrancarte de raíz,
como quien poda un árbol
que siempre vuelve a crecer,
renaciendo en cada primavera.
Ni tú nunca dejaste de pensarme,
aunque cerraste las ventanas,
aunque fingiste que el eco
de mi risa no llegaba
a desordenarte los días.
Somos esa constancia sutil,
la tormenta contenida en el aire,
el hilo invisible que une,
aunque las manos no toquen,
aunque las palabras se queden en silencio.
Por eso siempre seremos,
porque hay amores que no terminan,
solo cambian de forma
y habitan en el eterno susurro
de un “te recuerdo.”