Lo que queda del día
cabe en el bolsillo de una chaqueta húmeda.
Pan en la mesa.
Una taza vacía con el borde mordido por el tiempo.
La radio sigue hablando
como si alguien la escuchara.
El ascensor sube
pero no hay nadie en el pasillo.
Un perro ladra al viento
como si adivinara que no hay más dueños
que la ausencia.
Las luces de la ciudad
parpadean en el reflejo de la ventana,
pero acá adentro
todo es otra cosa:
una silla vacía,
una palabra no dicha,
una respiración que no termina .