Cada nueva mujer es un deseo,
no de piel ni de carne,
sino de historia, de mundos posibles,
de caminos que nunca recorrimos.
Es un reflejo de lo que fuimos,
un eco de lo que pudimos ser,
una puerta entreabierta al misterio,
una mirada que inventa un ayer.
No es solo un cuerpo que llama,
ni un roce que enciende la piel,
es la duda, la chispa, la esencia,
el vértigo de lo que aún no se ve.
Cada nueva mujer es un deseo,
no por ser nueva, sino porque es única,
porque en sus manos lleva preguntas,
porque en su voz se esconde una historia,
porque en su sombra habita el amanecer.
Y quizás nunca sea nuestra,
quizás solo un destello en el aire,
pero en su paso nos deja un latido,
una huella que nunca se va.