Mis poros se trasforman en volcanes de adrenalina inducidos por el Guernica de Picasso. Gritos desgarrados explotan en un lienzo donde la luz poco importa pero se hace faro en medio de tantos cuerpos que parecieran ser las almas del infierno. Grotescos trozos de hermanos se esparcen en su pueblo que hoy es campo de batalla perdida en manos de la perversidad sin venas, sin estandartes, que avanzan como marabunta de demonios y acero, y arrasan como río fuera de su cauce o toro de Pamplona.
El recio músculo de la noche bombea oscuridad en medio de las llamas que se erigen como dedos que intentan acariciar la gloria; mandala infernal al que todos seremos eyaculados, fosa común de un negro cereza en la cual la vida nos abandonará como a vidrios rotos, pétalos de rosas secas, tribunas tétricas con millones de almas enojadas que con sus índices nos apuñalan.
Hay un único dragón con cara de caballo enajenado, miradas con la abstracción de la arena, conjuros con el tono de ocupado y un vino muy fino que se derrama..
Agónicamente el gentío en su claustro sofoca esperanzas y emite alabanzas por onda corta con la misma profundidad del coño de una monja vieja.
Estos cuasi asesinos con los cubiertos en la mano se relamen y a su vez, el mecenas se jacta de sus dones en medio de una tertulia interminable