Vivo en el país de las fosas clandestinas, refundidas y olvidadas: Hell Salvador.
¿Cuándo se deja de llorar por quién ya no está? Llevo más de mil días triste, en el país de la eterna sonrisa y de las eternas desaparecidas.
Al menos, aún me queda explotar de amor hacia mi misma una noche de luna nueva.
Mientras tanto, una brisa fresca entra por toda la casa y me acaricia el recuerdo, la nostalgia de mis blancas noches, doradas de amor por Ernesto.
Pienso que, con cada uno de mis amantes se ha ido una parte de mí, que permití creyendo en la esperanza del amor compañero, y no, no me arrepiento de haber amado hasta el tuétano, con mi carne, huesos, sangre, agua salada... Los amé con afán e intensidad de principio a fin.
Los amé ensimismada, porque cada uno de ellos eran una parte de mi. A veces fueron yo, y fue ahí cuando más los amé.
Ahora no están, llevo el luto a cuestas en las lindas calles de Hell Salvador.