Sandra Chapado García

VACÍO EXISTENCIAL

Vacío. Siento un vacío en todo lo que observo, con cada persona con la que hablo o que me acompaña en silenciosa presencia. Es en esa compañía silenciosa donde el vacío se hace más audible. Como una canción triste, lúgubre y apagada, pero estridente, que resuena con fuerza en lo más profundo de mi ser, cual orquesta fúnebre. Sus uñas largas, afiladas y cortantes arañan mis entrañas, dejando una herida abierta y sangrante que no cesa. Cada minuto, cada hora, cada día, se agranda más. La herida no cicatriza parece desvanecerse—levemente, solo levemente—cuando estoy sola físicamente, en silencio, paseando por las páginas de un libro en el refugio de mi habitación. Pero es entonces cuando surge la ansiedad, entorpeciendo mi camino a través de los renglones. El vacío se llena de tristeza. Sin embargo, en ciertos momentos de mi lectura, ese vacío se colma de paz y armonía. Solo cuando leo. Cuando estudio, el vacío se puebla de voces negativas y futuribles que me gritan que soy incapaz, inútil, que no valgo ni valdré para estudiar. Un vacío angustioso, miserable y obsesivo, pero a la vez bondadoso, pues me visita sin cesar. Me obliga a mirarlo a los ojos, a su rostro, para que contemple su fealdad. Abre su boca lentamente y devora todo mi ser. Me aniquila. Me dicen que no me preocupe, que ese vacío está lleno de vida. Sí, puede que así sea, pero soy incapaz de verla, o quizás sí la veo si entiendo que la tristeza también es vida. Solo sé que es agotador y agobiante, reclama mi atención de manera compulsiva. Frecuentemente, para escapar—aunque sea temporalmente—recurro al cigarrillo o a varias duchas. Pero como esto no es permanente, el vacío, tras estas acciones, vuelve a aparecer.

Lucho por salir de él, pero no lo consigo... me sigue a todas partes. Creo que ha venido para quedarse. Es lo peor de todo. Le escucho, esperando que una vez oído, se marche. Pero al hacerlo, me dice que mi vida es un desastre, que soy tonta y que no mantengo conversaciones interesantes con nadie. Quizás mi mejor compañía sea un libro, y no necesite esas conversaciones. Pero no será hasta que llene mis horas de lectura y me cultive. O quizás nunca me sienta culta por mucho que lea, y el vacío siempre permanezca ahí.

Otras obras de Sandra Chapado García ...



Arriba