Rosario Castellanos

Primera elegía

                   

I

 
Inclinada en tu orilla, siento como te alejas.
Trémula como un sauce contemplo tu corriente
formada de cristales transparentes y fríos.
Huyen contigo todas las nítidas imágenes,
el hondo y alto cielo,
los astros imantados, la vehemencia
ingrávida del canto.
 
Con un afán inútil mis ramas se despliegan,
se tienden como brazos en el aire
y quieren prolongarse en bandadas de pájaros
para seguirte adonde va tu cauce.
 
Eres lo que se mueve, el ansia que camina,
la luz desenvolviéndose, la voz que se desata.
 
Yo soy sólo la asfixia quieta de las raíces
hundidas en la tierra tenebrosa y compacta.
 
                   

II

 
Allá está el mar que no reposa nunca,
 
Allá el barco y la vela infatigable,
los breves edificios de la espuma
las olas retumbando y persiguiéndose.
Allá, en los arrecifes, las sirenas
con el cabello y la canción flotantes
en lúcidos pendones musicales.
 
                 

III

 
Yo quedaré dormida como el árbol
al que no abrazan hiedras de amorosa frescura,
ni coronan los nidos
ni rasgan su corteza verdes retoños tiernos.
Y estaré ciega, ciega para siempre
frente al asombro de mi espejo roto.
 
Si alguna vez me inclino como ahora
con un ademán trémulo de sauce
habrá de ser para asomarse en vano
al opaco arenal que abandonaste.
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"...y el mar que nadie mide más que el náufrago..." Escribió en otro poema esta añorada "mujer que sabe latín", en esas breves líneas definió con precisión la mangutud entera de la desolación. La presente "Elegía", abunda de manera lúcida sobre el tema y sentimos la pérdida con tal nitidez que se nos estruja el corazón. De palabra exacta y lúcida, Rosario Castellanos legó al pueblo de México y al mundo versos que no hemos alcanzado a valorar del todo por su deslumbrante profundidad. Luz en este "oficio de tinieblas" que ha guiado a mujeres, trabajadores y estudiantes, fue precísamente una lámpara (de las que tanto habló en sus versos) la que nos la arrebató un triste día de 1974. Pero nos sigue alumbrando su resplandeciente Poesía. Rosario, tus relatos, tu teatro y hasta tus artículos periodísticos son patrimonio de orgullo y reflexiones sin fin. Que el Cielo donde habitas se ilumine con las nueve estrellas de "Balum Canan".

Rosario se compara a un árbol anclado en tierra y mira con desaliento la partida de su amado. Ni siquiera la vehemencia nítida de su canto es capaz de retenerlo. Sus ramas florecidas que se extienden no obtienen respuesta del que se aleja sin mirar atrás. Alguna vez esta gran Poeta había escrito "...y el mar que nadie mide mas que el náufrago..." Aquí reproduce la misma sensación pero con otras palabras, exponiendo involuntariamente su inagotable creatividad y su corazón sensible. Que se vaya aquel que era sólo aire y solamente voz que se diluye en las corrientes marinas. La gran autora mexicana se ha comparado a un árbol, pero de fuertes raíces y pródiga en frutos. Se queda en la orilla, es verdad. Pero madurando sus poemas eternos, sus relatos inolvidables, sus lúcidos ensayos... Y acompañada de su adorado hijo Gabriel...

Impresionante poema lleno de simbolismos. Fue una artista de la pluma, de los sentimientos, de las reflexiones...

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