Rosalía de Castro

Viéndome perseguido por la alondra

Viéndome perseguido por la alondra
que en su rápido vuelo
arrebatarme quiso en su piquillo
para dar alimento a sus polluelos,
yo, diminuto insecto de alas de oro,
refugio hallé en el cáliz de una rosa,
y allí viví dichoso desde el alba
hasta la nueva aurora.
 
Mas aunque era tan fresca y perfumada
la rosa, como yo no encontró abrigo
contra el viento, que alzándose en el bosque
arrastróla en revuelto torbellino.
 
Y rodamos los dos en fango envueltos
para ya nunca levantarse ella,
y yo para llorar eternamente
mi amor primero y mi ilusión postrera.

#EscritoresEspañoles (1884) En Sar del las orillas

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