Malbarataste amor entre pétalos y espinas,
surcaste mares que te llenaron de lodo la locura,
anduviste lejana incluso en la piel ajena.
Ya no estás donde debías,
a tres pasos inciertos, a penumbra y desazón;
dejaste de crear, de creer, marchitándote en tu edad.
Dejé huir las prisas en unos labios que no dice nada,
ese desierto que adoro mientras ardo entre soles
que me nombran y reclaman.