Cómo hierves, mal, en sus mentiras.
Cómo seduces, sal, esta vejez.
Cómo eres, vida, en esta oscuridad.
Cómo pereces, niña, entre pupilas.
Como es hartazgo, sed, de tu sin fin.
Como hiedes, sexo, entre dedos.
Para que así, siendo tarde,
existan en las paredes de este manicomio
que un día llamamos casa,
la certeza de que el fantasma aún se cuela por las cortinas.