«Viento, estás loco. Hoy te has escapado
del mar y te has metido,
todas tus poderosas furias desesperadas,
dentro del bosque. Allí te veo, escucho
tus fuertes cabezazos encendidos,
tu rencorosa cólera, esa ira
que se alza en ti de cuando en cuando, como
si quisieras decirnos, inculcarnos
que eres tú el dios, el único elemento.
Estoy dentro de ti, marcho en tu ciega
cerrazón, impelido, golpeado,
tratado igual que si no fuera ese
que se atreve, aún sabiéndote
tan salido de ti mismo, a cantarte.
Falto estás, viento, de razón. Debieras,
por lo menos conmigo, ser más blando.
Pero, no, que estás loco, poseído,
y hoy no sabes ya adónde
arrastrarme con todo en tu arrebato.»