El aire es tierno, lácteo, da dulzura.
Miro en la luz vernal arder las rosas
y gozo de su efímera ventura.
¡Cuántas no se abrirán, aún más hermosas!
Estos que vi de niños han trocado
en ardor sus anhelos inocentes
y se enlazan y ruedan por el prado.
¡Cuántos no se amarán, aún más ardientes!
La tarde está muriendo, y el marino
soplo rasga sus velos y sus tules,
franjados por el ámbar ponentino.
¡Cuántas no brillarán, aún más azules!