Yo traje la visión de mis campos nativos
a la orilla del mar,
y la sentí borrarse y tuve un calofrío
de vida y muerte.
Yo traje la visión de un agua dilatada,
y en la orilla del mar
vi tan confuso el límite postrero de la tierra,
que tuve un calofrío de vida y muerte.
Y supe que el principio y el fin míos
no marcan las fronteras ni estatuyen los tiempos;
y aprendí la virtud del valle y de los légamos,
y se llenó de espíritu mi arcilla primordial.
Dilatando la vista
miré en redor la inmensidad sagrada,
como el hombre que sube entre la noche
a la cumbre más alta.
Y quise hablar... Y el fácil movimiento
de mis labios contuve.
¡Como si el proferir una palabra
fuera tal vez mi muerte!