...
En silencio, en la oscuridad flotante
envuelves en lo solitario de tu ser al mundo
y llenas los vacíos de las infancias y atardeceres
enterrando sus días tristes y tibios.
Del centro cae una sombra a poblarte
una espiga de hierro se posa en tu nombre y te absorbe,
en la noche tu pecho se agiganta sobre las corolas
desde lo exterior regresa a ti las cosas de ayer
y entre un túmulo de gentes azules y pálidas
va tu furia recién nacida.
Qué olas tan gigantes te alaban, esclavo del agua,
de los nortes recogido en total rebeldía
altivo, fuerte, tratas de encontrar a los pájaros del sur
que terminan en tu boca, donde sucumben las flores.
Tempestades de hojas rompiéndose
lenta la tarde y lento el aroma del fuego primigenio
la noche desapareciendo en tus ojos
girasol triste, en ti el fuego arde y canta, canta y arde.
De ti todo nace, hasta la hierba del norte sale
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Guía mi mano contra tu pecho y forma
y derribaré mis sombras en túmulo hacia tu vientre.
Viendo en torno a tu estrella del opaco espacio
va mi cintura de hojas preñadas de luz
y eres tú como danzador de especies y miel
donde mis manos son espiga y pan, cereal y ámbar.
Tu voz de flechas dormidas que rompen el viento
surcan el atardecer de las piedras, doblan su camino.
Así te veo, como alma desordenada de un campo abierto
se dobla mi silencio cuando decide tocar tu pecho.