...
Ahora que yo estoy afuera
me muestras tu frontera inalcanzable,
siento que tengo un sabor ajeno y distante.
Busco todo y encuentro nada,
el deseo que perdí es el deseo que busqué,
ya no me pertenece,
todo se amuralla más y se desvanece en estrellas pesadas.
Golpeo y no contestan las cosas.
Escribo de ti y no vuelves.
¿Qué condición es esta?
Mi carne está alzada
para que sea paso de tu fiel navío de olvido.
Golpeo todo y no estás
Escribo de todo y se conjuga la soledad
presente,
imperativo
pretérito e inalcanzable.
Golpeo las cosas y ya no están:
tu boca, el azul, el dormido ropaje
el pan del domingo, la azucena y la bicicleta de la
señora de la tienda,
labios tuyos y labios míos,
el redondel del sur donde habitaban pájaros,
los miedos y mis posesiones,
la bandera y el apellido, la fiesta en casa de tu familia;
golpeo hasta mi sílaba fugaz
pero no aparecen las cosas.
¿Si digo azul vienes?
¿Si escribo blanco te vas?
Golpeo la razón y la lluvia y no hay nadie.
Aquí estaban labios y cenizas,
presas,
detalles del olvido y lanas,
ovillos y la cama recién hecha
y tu forma de cocinar descalzo, todo ahora
es presa de la extrema quietud.
Cuando llegue la luz sobre otra luz
no habrá nadie que dedique su tiempo a contarte
un día entero
de sus manías o temores,
o alguien a quién le fascine más tu lunar izquierdo.