Terminado el concierto
y ardiendo los aplausos, el solista
en medio de la luz se inclina,
las manos en el pecho, y tensa
el arco:
aún
no se ha apagado el canto,
aún
se trenzará la voz con el silencio,
aún
la vida se hará luz fluyendo en melodía,
aún:
seco, sobre las cuerdas,
el golpe, el tajo, el pulso
vibra, se extiende, asciende
en un grito de entraña sofocada,
un imposible agudo que no cesa
hasta quebrar las pálidas sonrisas:
una implacable disonancia
como una cuchilla saja el aire
desde la mano diestra en dispensar belleza:
aún,
aún,
aún
no todo estaba dicho:
faltaba la verdad,
y es ésta.