Pasaron ya dos siglos, y no había
quien hiciera inmortal el pensamiento,
cuando apareces tú, y un monumento
alzas a la triunfante poesía.
Tú a quien el mundo enajenado oía
en profundo y sublime arrobamiento,
y cuyo excelso y poderoso acento
a la asombrada Europa estremecía.
Acepta el homenaje ardiente y justo
que con todo el amor, que su alma encierra
palpitante te ofrece un pueblo entero;
Pues si tú no eres grande ¡oh genio augusto!
tampoco fueron grandes en la tierra
Byron, Racine y Calderón y Homero.