Cajita mía de Olinalá, palo—rosa, jacarandá. Cuando la abro

—Niño, tú pasas de largo por la huerta de Lucía, aunque te paras, a veces, por cualquiera nadería. ¿Qué le miras a esa mata?

La noche de nuestra Patria de estrellas acribillada en cedazo a lo divino está colando las almas. Hierve así del esplendor

En cuanto engruesa la noche y lo erguido se recuesta, y se endereza lo rendido, le oigo subir las escaleras Nada importa que no le oigan

Salto del Laja, viejo tumulto, hervor de las flechas indias, despeño de belfos vivos, majador de tus orillas. Avientas las rocas, rompes

En el sueño yo no tenía padre ni madre, gozos ni duelos, no era mío ni el tesoro que he de velar hasta el alba, edad ni nombre llevaba,

Cristo del campo, “Cristo de Calv… vine a rogarte por mi carne enferm… pero al verte mis ojos van y viene… de tu cuerpo a mi cuerpo con vergü… Mi sangre aún es agua de regato;

¿Qué tendrán las piedras pardas y los pedriscos y el légamo que al más cascado lo llevan alácrito de ardimiento? Es como que el Valle hace

Pájara Pinta jaspeada, iba loca de pintureada, por el aire

Le he encontrado en el sendero. No turbó su ensueño el agua ni se abrieron más las rosas; abrió el asombro mi alma. ¡Y una pobre mujer tiene