Gabriela Mistral

La cajita de olinalá

A Emma y Daniel Cossio

I

 
Cajita mía
de Olinalá,
palo—rosa,
jacarandá.
 
Cuando la abro
de golpe da
su olor de reina
de Sabá.
 
¡Ay, bocanada
tropical:
clavo, caoba
y el copal!
 
La pongo aquí,
la dejo allá;
por corredores
viene y va.
 
Hierve de grecas
como un país:
nopal, venado,
codorniz,
 
los volcanes
de gran cerviz
y el indio aéreo
como el maíz.
 
Así la pintan,
así, así,
dedos de indio
o colibrí;
 
y así la hace
de cabal
mano azteca,
mano quetzal.
 
       

II

 
Cuando la noche
va a llegar,
porque me guarde
de su mal,
 
me la pongo
de cabezal
donde otros ponen
su metal.
 
Lindos sueños
que hace soñar;
hace reír,
hace llorar:
 
Mano a mano
se pasa el mar,
sierras mellizas
campos de arar.
 
Se ve al Anáhuac
rebrillar,
la bestia—Ajusco
que va a saltar,
 
y por el rumbo
que lleva al mar,
a Quetzalcoalt
se va a alcanzar.
 
Ella es mi hálito,
yo, su andar;
ella, saber;
yo, desvariar.
 
Y paramos
como el maná
donde el camino
se sobra ya,
 
donde nos grita
un ¡halalá!
el mujerío
de Olinalá.
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