Joaquín Sabina

XXIII

 
Otra vez sin hincarte de rodillas,
otra vez dos orejas por faena,
otra vez susto y cal, susto y arena,
otra vez empapando las camillas.
 
Desde el himno de riego de tu boca
llamando al natural a tu consorte,
pirómano de un fuego que provoca
llamas del sur con fósforos del norte.
 
En el único sitio, el de la gloria
o el hule, donde pule la memoria
del triangulo scarpa la cornada.
 
Más ronco te lo digo que el ronquillo:
los toros, sin tus pies en el platillo,
saben a Benidorm y a charlotada.
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