Sobre calles terrosas, veredas disparejas,
Unas más altas que otras, cual versos irregulares,
Mis pasos infantiles resonaban alegres,
Bordeadas de cunetas, donde la lluvia cantaba.
Árboles pincelados de blanco en el solar,
Oasis de frescor en cada casa familiar,
Manzanos, perales, duraznos en flor,
Susurrando secretos al viento con rumor.
En el Club 25, la pelota al aire ascendía,
Gritos de victoria, la risa que se encendía.
Cuadrado con bolitas, un mundo en miniatura,
Tapadita con figuritas, donde la suerte reinaba sin par.
Trompo que bailaba, vaivén hipnótico,
Yo Yo que ascendía, un sueño cósmico.
Cabezas con la Dinamita, pasión desbordante,
En la entrada de la Española, un rito vibrante.
Más allá del pueblo, un horizonte infinito,
Donde la libertad reinaba en esplendor.
A dos cuadras de la avenida, un campo abierto,
Un lienzo verde donde la aventura se tejió.
Boleando cachilos, danza ancestral,
Cinta roja ondeando el cielo, un latido vital.
Caminar hacia el Pinar, un viaje de ensueño,
En la estancia de Chiesa, susurros del verde leño.
Por Zelaya descendía, camino al río gigante,
El Paraná de las correntadas, un imán fascinante.
Con línea revoleada, la espera paciente,
Buscando el Amarillo o el Moncholo, un regalo del presente.
Lanzando el anzuelo, la línea se tensaba,
La lucha con el pez, una batalla que se libraba.
Sacarlo del agua, un triunfo sin igual, En la orilla del río,
la felicidad brotaba sin par.
Pueblo Borghi, cuna de mi ser,
Donde la infancia floreció en plenitud.
Calles de tierra, árboles frutales, juegos inocentes,
Campo abierto, sueños eternos.
En cada rincón, una melodía del ayer,
Una sinfonía de infancia que en mi alma vive aún.
Pueblo Borghi, te llevo grabado en mi corazón,
Un pedazo de mi vida, que el tiempo no marchitará jamás