Oscar Rubén Zaratán

Juancito Burgos, un alma en jirones

En las calles de Borghi, su espíritu aún reside, en la memoria de aquellos que su bondad sintió. Que su nombre resuene como un himno a la compasión, y que su alma encuentre paz en la inmensidad.

Con su bolsa al hombro, fardo de pesares,
Juan Burgos vagaba por calles y lares.
Su gorra, testigo de soles y lunas,
y un saco de lana, abrigo de fortunas.
 
Murmullo de maldiciones, su canto usual,
una botella, escondida en ritual.
Entre cartones y sombras, su hogar buscaba,
en las calles de Borghi, sin nadie que amara.
 
Para niñas pequeñas, figura de espanto,
un ogro de cuentos, sin pizca de encanto.
Para los traviesos, diversión y más,
un blanco perfecto para crueldades sin par.
 
“¡Choro de gallinas!”, su grito de guerra,
encendía la chispa de crueles quimeras.
Maldiciones rugían, cual truenos al cielo,
y los ecos del miedo por Borghi en duelo.
 
Lágrimas brotaban de sus ojos cansados,
ante la burla y mofa de corazones helados.
Su honestidad en duda, su alma en jirones,
víctima inocente de crueles acciones.
 
Para los mayores del pueblo, un ser querido,
un amigo fiel, de corazón sentido.
“Faratita”, llamábame con cariño,
un apodo entrañable que calmaba su niño.
 
Juan Burgos, hombre de simple existencia,
a quien nadie molestaba, salvo la insistencia
de aquellos que en su miseria hallaban placer,
ignorando su bondad y su noble ser.
 
Parte del recuerdo de un Borghi infantil,
un ser marginalizado, sin perfil.
Muchachotes crueles con vil diversión,
emborracharon su alma, robándole razón.
 
Víctima de ignorancia, desdén social,
de un mundo ciego a su valor real.
Juan Burgos, alma en jirones, ser sin igual,
eco del pasado que aún me hace vibrar.

Otras obras de Oscar Rubén Zaratán...



Arriba