Me miró tu hermanita con tus ojos
esta mañana
y sentí del amor nuevos antojos
y de una vida nueva, nueva gana.
Pero de pronto desperté a la cuenta
de nuestra suerte;
sentí como mi vida se sustenta
no más que en la esperanza de la muerte.
Tus besos viven aún en su mejilla,
fresca, rosada,
y aquel candor que me entregaste brilla
como cuando era niño en su mirada.
Ella no sabe aún de aquellos besos
que encima lleva;
me miré y recorrió todos mis huesos
del amor de tu muerte entera prueba.
Sé, Teresa, que en vida la querías
como aún me quieres,
porque ella fue tu fuente da alegrías,
ella alegré nuestros tristes quereres.
Perdóname! Mas... no! pues te aseguro
que no he pecado;
no es tu hermanita en sí más que futuro,
no fue entonces en mí más que pasado.