Fray Bernardino de Aguilar, profeso
de la Murta jerónima,
al regazo del claustro pasó, preso
de amor, cantando en paz mi vida anónima.
Al margen del afán de Barcelona
vivió Fray Bernardino,
y el Espíritu Santo fué en persona
quien le trazó con música el camino.
Su breve vida en el coro del templo
fué recojido idilio,
ante los ojos del Señor ejemplo
de la oscura humildad que da su auxilio,
A punto de morir, el manicordio
recorrió con las manos
y del cántico eterno el tierno exordio
cantó mientras lloraban sus hermanos.
Quómodo cantábimns cánticum Dómmi.
in terra aliena...
Y así Fray Bernardino de Aguilar
en su pecho estrujando dulce pena
pasó de este cantar a otro cantar...
Me fuiste en vida recabado claustro,
me aguardas en la huesa;
y ahora, hoja seca que arrebata el astro,
me estoy muriendo cantando: «¡Teresa!»