Si ella es la rosa de la primavera inmortal;
Y el consuelo de los corazones afligidos,
Una mujer convertida en dulces plegarias
Conteniendo el dolor de la espina del lirio.
Quisiera que está inquieta luna calmaras;
Que al verla llorar de sangre y ofendida,
Al verla mi alma contagiada de lágrimas,
De no tenerte conmigo; para toda la vida.
¡Si son tus miradas como océano sereno!
Que calma el espíritu con tu voz interna,
Clavándote las miradas, lo pienso, y digo
Cuándo vendrás a salvarme: mujer bella.
Tiene las manos, ungidas de toda pureza;
Divina santidad _ gran diosa de la cura,
¡Son tus palabras la fé de las esperanzas,
Las anécdotas del amor de tu alma pura.
Y con todo mi tiempo que te he esperado;
Y muchas y en otras noches: desvelado,
Implorando tenerte en mi ciudad cautiva
Rezando las oraciones a todo los santos.
Me dice una estrella lejana de voz fresca;
Ya vendrá acercándose paso por paso,
Escucha la rosa muy cerca en el silencio:
Dentro de ti suspira, sus ojos y párpados.
¡Santa Lorena, emperatriz de Guayaquil!
Tu hermosura es para morir santificado,
Al filo de tu espada delicada de la pasión
Aislando la amargura en tus finos labios.