Miguel Peñafiel

SANTA LORENA, EMPERATRIZ DE GUAYAQUIL

Santa Lorena, emperatriz de guayaquil

Si ella es la rosa de la primavera inmortal;
Y el consuelo de los corazones afligidos,
Una mujer convertida en dulces plegarias
Conteniendo el dolor de la espina del lirio.
 
Quisiera que está inquieta luna calmaras;
Que al verla llorar de sangre y ofendida,
Al verla mi alma contagiada de lágrimas,
De no tenerte conmigo; para toda la vida.
 
¡Si son tus miradas como océano sereno!
Que calma el espíritu con tu voz interna,
Clavándote las miradas, lo pienso, y digo
Cuándo vendrás a salvarme: mujer bella.
 
Tiene las manos, ungidas de toda pureza;
Divina santidad _ gran diosa de la cura,
¡Son tus palabras la fé de las esperanzas,
Las anécdotas del amor de tu alma pura.
 
Y con todo mi tiempo que te he esperado;
Y muchas y en otras noches: desvelado,
Implorando tenerte en mi ciudad cautiva
Rezando las oraciones a todo los santos.
 
Me dice una estrella lejana de voz fresca;
Ya vendrá acercándose paso por paso,
Escucha la rosa muy cerca en el silencio:
Dentro de ti suspira, sus ojos y párpados.
 
¡Santa Lorena, emperatriz de Guayaquil!
Tu hermosura es para morir santificado,
Al filo de tu espada delicada de la pasión
Aislando la amargura en tus finos labios.

(2015)

Reserva derecho de autor.

#DedicadoLorenaAAmadaMi

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Miguel Peñafiel...



Arriba