En todo mi dolor no podía imaginarme.
Ver a mi hijo en la sala, ensangrentado y muerto,
No sabia lo que era perder a un ser amado:
¡Ahora lo sé; y tengo el corazón roto por dentro!.
Una nota en su mano derecha lo acompañaba,
Un testamento de amor del cual era un verso,
Decía: ¡temo tanto de enfrentarme sólo a la vida;
Si no es a lado de la mujer que tanto quiero!...
Nunca vieron mis ojos tanta sangre derramada,
La sangre que del rostro cubría de mi hijo,
¡Oh, Dios mío! Que el señor se apiade de tu alma,
Perdonalo padre, por quitarse la vida mi niño.