Le trajeron a su casa a su vastago muerto.
Su madre al verlo, no pronunció ni una palabra,
La gente conmovida de ella solo podía ver;
Que de sus ojos tristes salían puras lágrimas.
Entonces le dijeron: con voz de consuelo,
Mi pésame tenga usted, por su querido hijo;
Ella; no expresaba nada: más que su tristeza,
No apartaba el rostro, del rostro de su hijo.
Sin moverse, ella; nunca se apartó del cuerpo,
No entendía lo que le pudo haber pasado,
Y a lo cerca un transeúnte que lo había visto
Por no dejarse robar le metieron un balazo.
Ay, del enorme sacrificio que hace una madre;
Se logró escuchar: de la adolorida mujer,
Para criar a sus hijos: y que otros los mate;
Vivimos en un mundo que no se puede crecer.