Marosa di Giorgio

Era la noche de mi casamiento.
         Aunque, asombrosamente, los preparativos hubieran empezado años antes; antes de que yo naciese, antes de las bodas de mis padres.
         Pero, esa noche, bajo los dorados soles, y entre las berenjenas, que de tan azules, daban resplandores rojos, se atraparon criaturas inocentes y legítimas; se les sacaba el pelo y el sexo, y eran tendidas sobre las grandes asaderas.
         Por lo menos, eso fue lo que vi en un cuadro, mucho tiempo después: mis familiares, de pie, ante la Divinidad de los tomates.
         Y toda la noche se oyó una música grave, inexplicable; como si sonaran juntos, o fueran uno solo, la Danza del Fuego y el Bolero de Ravel.

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