Duermo bajo las sábanas del desconocido que me arropa contra su cuerpo.
Susurra un calor contra mi oreja, roza los labios entreabiertos y entre sueños alejados me estrecha:
Contra la intangible palma de un fantasma mi rostro roza
La suavidad en un vacío abismal de locura. Me arrimo hacia mi interior buscando
El absurdo núcleo de las cosas. La blanca ausencia
Yerra mientras asciende por mi garganta pero
Hay un hilo de fuego obstruyendo
Alguna cavidad irregular de mi tráquea.
La mudez nuclear de una noche helada reconforta otras bocas rozándose anónimas, y al brazo pesado hundiéndose en la profundidad de una cintura
Porque allí, es allí, chiquita, donde el exceso emerge como si no existiese un mañana
Deslizar las yemas de los dedos ensalivadas
Persiguiendo las trazas, desencajarnos las pupilas de las miradas,
Bañarnos de silencio en aquel espacio vacío donde queríamos suspender el tiempo.
Y entonces allí, añoro esta palabra rugosa que pende detrás de mi lengua arrastrándose a la superficie en una arcada, adictiva, no.
Mis labios pétreos sellándose inmutados en tu presencia efímera a la que ya me he acostumbrado, fantasma.
Entonces, el sexo es suficiente. Te evoco
A la distancia, en otro lecho. Te poseo
Cuando lo desee, me perteneces
Eternamente, imagen inmóvil de otro tiempo.
El exceso insuficiente ante un éxtasis inconcluso. Allí, donde
El sexo es suficiente para sellar un pacto de discreción mortal, donde
El sexo nos confunde en un mar de figuras indistintas. Las líneas rectas son difusas e interminables. Cuando la luz estremecedora
Penetre por los resquicios de las ventanas marchitándonos las pieles cuarteadas. No.
Me repito, ante la alucinación de un desierto implacable. Ahora estoy sola, ¿qué podría haber esperado de mi rumbo, si te entregué mi cuerpo enfermo por desplomarse ante el pozo más profundo?
¿Qué podría haber esperado de mi rumbo, si te entregué mi cuerpo al dolor y en este acto de inocencia, me di a la aniquilación en su variante más violenta?
Recuerdo, en una escena suspendida que carece de muerte
Cruel escenificación, fotografía– de tu rostro un mármol eterno
Arqueado en silenciosa sonrisa, el cuerpo
Moldeado por manos que te tocaron
Exacta memorización de las superficies
Madrigal, allí donde fui difunto
Y recién nacido. Donde fui, ya he sido
Hoy no seré. En mi inconsciencia, donde fui ínfima pasajera, viento he sido
Y por propio pecado ya no seré más que espejo del propio delito.