Arcada crítica que avanza royendo como ácido
Los pútridos recovecos de la garganta
Cavidad espaciosa e infinitamente oscura
Donde la voz cederá
A las herméticas palabras
Una lengua torcida, torciéndose
Obstruyendo la respiración precisa;
Donde mi pecho se expanda
Cabrá la frase exacta, concisa
Callar entonces
Como el barco que no parte, varado
Irremediablemente en puerto pantanoso;
Permanecer inmóvil ante el plan derrotado
Nací hambrienta de la palabra culminante
De la tranquilidad inamovible
Un horizonte de blanda neblina se asienta
Tras mi rostro, en un retrato sin límites
Mi cuerpo, marcado por la corrupción, no es suficiente
Jamás lo es
La realidad parece escurrirse, otra vez
Entre las rendijas
De mi garganta, núcleo
De la voz temblorosa
Tácito y desfalleciente
El silencio es la pequeña muerte
El propio cuerpo, blanco y vacío
Jamás fue suficiente