Marina Córdoba

Sin mí

Al final      todo se trataba de eso
me lo había dicho hace un tiempo:
debo cultivar
la blanda magia del desapego
caer con gracia en el vacío
con la violencia de un chasquido
 
aprender a atiborrarme
la garganta de silencio eléctrico
incurrir en lo real y en lo vivo
como un ente sin materia ni tiempo
 
dejarme atravesar por los vicios
y las noches
y los trabajos
 
poblar de palabras
la quietud de mi paisaje
 
transformar      el espacio impersonal
en la amenidad de un relato,                   que es:
todo asunto que conste de un evento magnífico
insignificante, aleatorio o infinito
 
Arrollada por la Luna sorteé
mi curso a su suerte y cediendo
a ser regida por la marea
apropiada de mí misma con violencia
aúllo de dolor
cargando el peso del astro en mis rodillas
 
Ahí estaba       borracha de una cólera poco refinada
sosteniéndome una mano dentro de la otra
con los dedos blancos entumecidos y la boca
pintada    y    torcida    en una mueca que parodia una sonrisa
y la columna helada               por el flujo de la brisa
y los dientes            rechinando
en la divina cárcel que me corona en el despojo
 
Pegada como un imán
al vaivén de tus pupilas                              antes de que me dijeras, yo claramente ya sabía
era una crónica anunciada                           un final antes escrito
un hospicio solitario                                         un oasis tan perverso
una amalgama inarticulada
o la podredumbre de un cuerpo
 
vos,      tan      culpable    y yo
sensible      de dolores   enviciada
ahora      por un pretexto de fragilidad casi anatómica
solo puedo pensar en que no siento la cara
en que mis lágrimas son mentiras        tibias ternuras de utilería
desperdiciadas    dramáticas y adictas
porque al fin y al cabo
Ellas eran las artistas
 
¡acción!
yo me sé comprometer con el papel asignado en tu monólogo versado
  pero vos      que balbuceás                    ¡versero!
no servís   para esto   ¿qué balbuceás? ¡versero!
yo                    soy la única actriz de verdad acá
 
¿quién fue ese hombre cruel
que vi ayer en tus ojos?
el gigante de lona
que supo eclipsarme bajo su insigne sombra
 
operándome desde una platea alejada
recortada contra un telón aterciopelado      en el deseoso espectáculo de mi sombra:
tu figura es la miniatura endeble que danza
mi bufón enmascarado
bailás a mis espaldas            pero acá
la estrella soy yo    y vos            amado, un payaso triste
tus pupilas ardientes de azul-injuria
son una canción ilusoria
flotás sobre tus pies
rozando el suelo   arrastrado
alucinado de tanta euforia
rebosando de vida
pensando
en cómo te las arreglarás aquel día sin mí
sin mí sin mí sin mí
   para mí      que no sos nadie
luminoso como un alba rosada        así estarás
como un niño            nacido otra vez pero más libre
  finalmente    sin mí
 
mañana serás de nuevo        una estrella idéntica
y una hoja en blanco              sobre la que jamás habré escrito
despojada                                   de mis artífices mis palabras mis llantos
y mis ornamentos
 
aún así me verás
y verás a través de mí
con el asombro sobrenatural o la minuscia
con la que observarías
el llanto de una virgen de mármol
como si arrancándome un par de lágrimas
hubieras cumplido algún logro sin precedentes
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