No se qué clase de poder ejerces sobre mí, pero soy vulnerable a tu simple mirada. Tu no desnudas tan sólo mi cuerpo, la verdad desnudas hasta mi alma y ante esa fuerza inminente, hoy me declaro derrotada.
Levanto los brazos en señal de rendición, puesto que seguir luchando contra ti y las sensaciones que despierta en mí, simplemente sería un pretexto para negar mi auto-compasión.
Eres perverso, innegablemente perverso y entonces encontraste en mí lo que yo en ti, una forma de libertad que sólo yo puedo darte.
Yo acepté tus demonios como propios, así lo quiero y así mismo lo he deseado.
En esa perversidad he conocido el sabor del placer y de la suavidad de su piel descubrí su intensidad y sus macabros deseos.
Eres dulce y amargo a la vez. Eres furia incontenible y ternura permisible, dolor y placer, un ángel y un demonio. Sus brazos son el paraíso, pero su cuerpo es lujuria envuelta en su sublime persona. Todo es intenso es su ser y todo es, o no es.
Eres capaz de poseerme toda sin oportunidad de ponerme a prueba. Es imposible resistirme a ti de un modo casi impensable. Tan sólo tus manos hacen que mi piel se adhiera a la tuya y me tome la libertad sin tabúes ni remordimientos.
Puedo parar ahora, admito que no quiero. Quiero probar sus límites y subsecuente los míos. Quiero sentir a niveles que nunca han existido, quiero seguir descubriendo contigo lo que siempre he querido. Admitir que a tus encantos no hay barreras que me mantengan a salvo.
De un modo o de otro es inolvidable y lo sé porque eres de esos seres que tienen poder sobre aquello que toca.
Quiero que esto dure lo que tenga que durar, pero quiero seguir sintiéndome humana, tan sensible, tan vulnerable, tan amable que seas la inspiración para escribir... una “excusa” para sentir.