El duende gordo
No le gustan los besos,
le dan escalofríos las caricias,
es de pocos abrazos
y solo da la mano a quien quiere.
Está congelado, frío, seco;
no va atrás de viejos placeres
pero recuerda cada uno de sus amores
rescatando el presente solitario.
No se deja atraer por los juegos,
se aburre con la diversión de los otros.
Sonríe muy pocas veces; nada;
aunque su sensibilidad sea muy elevada.
No se sabe su medida ni su peso,
se baña cada vez que sea necesario.
Duerme poco y mal, hambriento,
y le cuesta andar por causa de dolores.
Repasa los discos musicales
que lo formaron en su infancia.
Escribe ansioso y deprimido
sobre hojas de papel que se rompen.
