La paz del campo llega y me habla de la infancia;
los tulipanes ríen en el jardín despierto;
se yerguen las begonias, las rosas dan fragancia
y las legumbres frescas me incitan en el huerto.
Alegre todo me habla de muchas cosas viejas,
del manantial de plata, del viejo limonero
vestido de azahares y azules “pudreorejas”
como dosel vistoso erguido en el “potrero”.
Despide olor de leche la negra vaca mansa,
anuncian que pusieron en el corral las aves,
el perro bajo el árbol, huyendo al sol, descansa,
y copia las faenas en sus pupilas graves.
¡Bendita paz campestre! Mi casa lugareña
le infunde nueva vida a mi vigor escaso;
en un guacal muy limpio mi buena madre ordeña
su vaca preferida para ofrecerme un vaso.
Al frente de la casa en el jardín florece
la enredadera dócil que invade hasta las tejas;
aromas orientales el jazminero ofrece
y se oyen los zumbidos de errátiles abejas.
Mi madre y mis hermanos se sientan en mi torno
y el sol en los manzanos enreda rubios lampos...
Celebran los chicuelos con gracias, mi retorno
al dulce hogar paterno, a mis tranquilos campos.