Para librarme de la prosa vana
y contemplar de la ilusión el vuelo,
me paso largas horas de desvelo
asomado en silencio a mi ventana.
Hundo mis ojos en la noche arcana
y mientras sorben plenitud de cielo,
toda la inmensidad, como mi anhelo,
de magníficos astros se engalana.
En una noche de imborrables huellas
en que, absorto en mi viaje a las estrellas,
las miraba acercarse poco a poco,
cortó las alas a mi fantasía
la voz de un rapazuelo que decía:
__¡Allí, en esa casa, vive un loco!