Se ha apagado el fuego. Queda sólo un blando
montón de cenizas,
donde estuvo ondulando la llama.
Ahí tienes, amigo, hecho porción quieta
de polvo liviano,
a aquel pino inmenso que nos dio su sombra,
fresca y movediza, durante el verano.
Tan alto, tan alto, que pasaba el techo
de la casa mía.
Si hubiera podido guardarlo en dobleces,
ni en el arca grande del desván cabría.
Y del pino inmenso ya ves lo que queda.
Yo, que soy tan pequeña y delgada,
¡qué montón tan chiquito de polvo
seré cuando muera!