Hay una antigua capilla
Pobre por su antigüedad,
Negra por su oscuridad,
Revocada por la villa,
Donde se lee en un rincón,
Más que con ojos con manos:
«AQUÍ LOS RESTOS HUMANOS
DE DON PEDRO CALDERÓN.»
—I—
Ave osada, cuyas plumas
Vistieron de cien colores
Con sus matices las flores,
Con su nieve las espumas.
A cuyos ojos el sol
Prestó luz y atrevimiento,
Y a cuyas alas dio viento
Tu noble aliento español.
A quien la tierra dió sombra,
Y la fortuna dió calma,
A quien un rayo dió el alma,
Y el universo una alfombra.
Águila para volar,
Reina del viento naciste,
Fénix al mundo saliste
Para vivir y cantar.
Aguila fue tu osadía,
Que con su atrevido vuelo
Subió arrebatada al cielo
A beber la luz del día.
Fénix fueron tus cantares,
Pues al nacer y al morir
Sólo se hicieron oír
Al calor de sus hogares.
Aguila tus ojos son,
Y fénix es tu garganta,
Es fénix la voz que canta,
Y águila la inspiración.
Si el águila ojos te da,
Te da el fénix melodía,
Para tu luz y armonía,
Ni ojos ni oídos habrá.
Mas, por desgracia o fortuna,
Ya tu garganta está seca,
Y allá en tu pupila hueca
No queda mirada alguna.
Duerme en paz en tu rincón,
Donde levantó tu gloria
Una cruz a la memoria
De DON PEDRO CALDERÓN.
Que si un mármol reclamó
Tu grandeza y te le dieron,
Según lo que le escondieron,
Parece que les pesó.
Yaces en un templo, sí,
Pero en tan bajo lugar,
Que pareces aguardar
Hora en que huirte de allí.
Mucho te guardan del sol:
¡Temerán que te ennegrezca!...
O tal vez no lo merezca
Tu ingenio y nombre español.
En vez de tan vil lugar,
Si fueras un potentado,
Sepulcro te hubieran dado
Delante del mismo altar.
Porque al magnate altanero
Le dan virtud y oraciones
El oro de sus blasones,
Y su fortuna primero.
Mas duerme tranquilo ahí;
En ese rincón inmundo,
Para sarcasmo del mundo,
Te basta tu nombre a ti.
Que imbécil o descuidada
La malignidad del hombre,
Dejó olvidado tu nombre
Sobre el sello de tu nada.
—II—
Sombra ultrajada, perdona
Si tu sueño interrumpí,
Que mi atrevimiento abona
Lo poco que soy en mí,
Lo mucho que es tu corona.
Mis ojos te quieren ver,
Pero cuando más te miran,
Más imposible ha de ser.
¡Su lumbre van a perder
Ojos que por ti deliran!
Mis ojos ven tu laurel,
Y ver quisieran tu alma;
Que es martirio bien cruel
Desesperado al pie dél
Suspirar por una palma.
Mas si nada he de poder,
Digno Calderón, de ti,
Si el que a llorar venga aquí
Grande como tú ha de ser,,
A tu vez llora por mí,
Que menos no he de volver.
Pues tu osada inspiración
Eterna quedó en la historia,
Duerme en paz en tu rincón,
Donde levantó tu gloria
Una cruz...., triste memoria
De DON PEDRO CALDERÓN.